LA LUNA Y EL LOBO
Al principio, hace muchos años, el sol y la
luna caminaban entre nosotros. También lo hacían los espíritus de los animales,
y de los bosques y las montañas. Los humanos aprendíamos de ellos, y los
tratábamos como a respetados ancestros.
Un día, Lobo caminaba entre sus amados
bosques y se encontró con una mujer hermosa con un aura muy poderosa por lo que
intuyó, acertadamente, que se trataba de un poderoso espíritu. En efecto, se
trataba de Luna, que estaba deleitándose de la noche estrellada.
Se presentaron cortésmente y, cuando Lobo
le preguntó qué estaba haciendo por allí ella sola, puesto que por muy poderosa
que fuese, también había otros poderosos espíritus de la naturaleza por
aquellas tierras, le contesto que estaba esperando a Sol, su marido. Lobo se
ofreció, cortésmente, a esperar con ella, por si acaso alguno de esos otros
espíritus se acercaba. Poco antes del amanecer, Sol apareció para reunirse con
su mujer y, tras saludar fríamente a Lobo y agradecerle que acompañase a su
esposa mientras que ella le esperaba, se la llevó de allí.
Varios días después, Lobo volvió a
encontrarse con Luna en circunstancias parecidas y, de nuevo, le hizo compañía
hasta que reapareció Sol. De nuevo este se portó educado pero frío con Lobo y
acabó llevándose de allí a su esposa al poco rato.
Cada pocos días la situación se volvía a
repetir y, poco a poco, con las conversaciones que mantenían Lobo y Luna
mientras esperaban a Sol, Lobo fue enamorándose de Luna, pese a saber cuánto
amaba está a su marido. Y, también poco a poco, Sol iba siendo cada vez más
hostil con Lobo, visiblemente celoso. Sin embargo, poco a poco Luna cada vez
iba sintiéndose más cómoda con Lobo a su alrededor, aprendiendo lo que era
tener a alguien que la escuchase y la mirase como si fuese lo más importante
del universo (como podéis deducir, Sol estaba un poco pagado de sí mismo),
pero, pese a lo que pudiese parecer, no sentía más que amistad por Lobo; y este
lo sabía.
Finalmente, uno de esos días, estaba Luna
muy triste puesto que, pese a todo lo que amaba a Sol, no conseguía que su
marido se preocupase un poco más de estar con ella y un poco menos de recorrer
el mundo observando a los humanos y deleitándose de su adoración hacia él.
Hablando con Lobo sobre el tema, las lágrimas empezaron a caer de sus ojos, por
lo que él la abrazó para consolarla, con tan mala suerte de que, en ese
momento, apareció Sol. Les miró unos segundos antes de encenderse,
literalmente, totalmente furioso y abofetearla, gritando y proclamando a los
cuatro vientos que, ya que ella le había sido infiel, nunca volvería a mirarla
cara a cara. Tras eso, salió del bosque sin mirar atrás.
Lobo se sintió dividido entre sí salir
detrás de Sol y darle una lección por cómo había tratado a Luna o consolarla y
cuidarla por el daño que le había hecho su marido y, finalmente, venció esta
segunda opción. Cuando se giró para mirarla, vio que tenía un lado de la cara
totalmente quemado y lloraba profusamente tanto del dolor como de la tristeza
ante la actitud de su marido. Lobo la tomó entre sus brazos y la llevo a su
cueva, donde le curó la cara y la cuidó hasta que estuvo totalmente recuperada
de la odisea. Cuando ya estuvo lista para irse, habló con Lobo y le dijo:
-Te agradezco profundamente tu ayuda y tu
amistad, pero me temo que debo irme de estas tierras puesto que, cada vez que
hablo contigo, cada vez que te veo, no hago más que recordar lo que he perdido
por los celos de mi marido… Respetaré su deseo y no volverá a verme, y antes de
irme, quisiera agradecerte tu amistad, puesto que es lo único que ha evitado
que hiciese alguna tontería. Como muestra de mi agradecimiento, tú y todos los
tuyos podréis ver igualmente bien de día como cuando la única luz que haya sea
la mía.
Diciendo eso, salió de la cueva, sin mirar
atrás y ocultándose la parte quemada de su rostro. Cuando Lobo estuvo seguro de
que ya no podía oírle, empezó a llorar y aullar de dolor puesto que, pese a que
sabía que sólo podría tener amistad, incluso eso lo había perdido por los celos
de Sol.
Muchos años más tarde, los espíritus
dejaron de andar entre nosotros, pero todos los descendientes de Lobo conocían
la historia de su ancestro y compartían su tristeza. Por eso, aúllan
lastimeramente cada vez que ven la Luna y, también por eso, hacen la mayoría de
su vida de noche, con la esperanza de que si pasan todo el tiempo que puedan
bajo su atenta mirada, finalmente se apiadará de su ancestro y volverá a su
lado, aunque sólo sea para compartir su amistad.
También es por eso que la Luna nos muestra
siempre el mismo lado de su cara, puesto que el que oculta tiene la cicatriz
que Sol le causó y, finalmente, es por eso que nunca veréis al mismo tiempo en
el cielo al Sol y a la Luna.
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